Hace
unos días, disfrutando de la gala de los Goya, escuché una frase
que me sobrecogió, la que da título a esta entrada. De las
películas en liza, Truman
era la única que yo había visto, quizá por la fascinación que me
inspira Ricardo Darín. Esta cinta protagonizada por el genial actor
argentino resultó ser la gran triunfadora de la noche, y cuando su
productora, Marta
Esteban, salió a
recoger el Goya a la mejor película, hizo la clásica dedicatoria: a
todo el equipo, a la familia, etc.
Y justo al final de sus palabras de agradecimiento, dejó la
siguiente perla: “Y a los que sólo vemos cuando soñamos.”.
Esta
frase, tan sencilla como hermosa, digna de ser enmarcada, seguramente
no fue entendida por la mayoría de los espectadores. Aunque no voy a
destriparla, sólo diré que Truman es una película sobre el amor a
la vida y la aceptación de la muerte.
Y es a nuestros difuntos, sin duda, a quienes se refería Marta
Esteban con su dedicatoria “a los que sólo vemos cuando soñamos”.
Muchos pensaréis, y con razón, que podemos
soñar con nuestros difuntos porque los añoramos, y las imágenes
son sólo fruto de nuestro subconsciente, una reconstrucción
cerebral de entrañables recuerdos. Pero no es menos cierto que en
ocasiones ellos sí se nos acercan realmente, aprovechando que
mientras dormimos caen las barreras que les impiden contactar con
nosotros. Los sueños son así de mágicos.
Nadie está solo.
Ninguna persona, por muy desesperada que esté, queda abandonada a su
suerte por los seres que la amaron. Sólo necesitas detenerte,
relajarte y pedir con el corazón. Porque ellos están ahí. Es
cierto que no los puedes ver, de hecho es algo absolutamente
excepcional poder verlos cuando estamos despiertos, pero tampoco se
pueden ver las ondas de telefonía móvil, y nadie duda de su
existencia. Nuestros difuntos, y otros seres de luz que nos
acompañan, son quienes nos ayudan a salir adelante cuando estamos
muy cansados y pensamos que ya nada merece la pena.
Necesitamos
creer en ellos, saber que
la muerte no es real, sino sólo un tránsito que no recordamos, pero
por el que todos hemos pasado y volveremos a pasar.
Si no crees, si no tienes fe, si maldices tu vida, tú y sólo tú
estarás impidiendo que te puedan ayudar y proteger quienes están
deseando hacerlo. Muchos
afirman que no se sabe a ciencia cierta qué es más real, si el
estado de vigilia o el de sueño.
Lo que yo sí te puedo asegurar es que, dondequiera que estés, si
les haces un hueco en tu maltrecho corazón, podrás verlos. Ellos
siempre estarán ahí para iluminar la película de tu vida. Confía:
no necesitas nada más para revivirlos y revivirte.