domingo, 30 de abril de 2017

ACERCA DE LOS SUEÑOS LÚCIDOS (II)

 

A principios del mes pasado os hablaba de los sueños lúcidos y de algo de la teoría que ronda en torno a ellos. Estudios, experimentos en hospitales y análisis por parte de los científicos nos han permitido descubrir un rinconcito de ese mundo especialmente maravilloso que rodea a estas experiencias oníricas. Algo de eso os conté ya,

http://maytedelsols.blogspot.com.es/2017/03/acerca-de-los-suenos-lucidos-i.html

pero en esta ocasión quiero decantarme por aspectos más cercanos, así como consejos para todo aquel que quiera aventurarse en este territorio tan poco explorado.


En la actualidad sabemos que los sueños son manifestaciones visuales inconscientes que nuestro propio cerebro genera por diferentes motivos o estímulos, y que están conformados por información y recuerdos que almacenamos en él a lo largo de nuestra vida. De ahí que todas las imágenes de nuestros sueños nos resulten familiares. Por supuesto, pueden aparecer nuevos personajes o lugares en un sueño, aunque según el psicólogo Michael Breus, son en realidad una combinación de imágenes o secuencias que hemos visto con anterioridad. Bajo mi punto de vista, y aunque suene excesivamente arrogante, no coincido del todo con su afirmación pues también pueden tenerse sueños lúcidos en los que viajemos a lugares en los que nunca hemos estado ni conocemos, o vemos escenas que jamás habíamos vivido. Obviamente, esta afirmación personal resulta bastante arriesgada, pero experiencias vividas por mí así me lo hacen creer.

 

No hace mucho tiempo falleció una hermana de mi padre a la que estaba yo muy unida. La mujer era muy anciana, y con noventa y cinco años y todo hecho en esta vida, creemos que decidió poner punto final a su vida para extinguirse, en poco tiempo, como un pajarito. Yo tenía un vínculo muy estrecho con ella por circunstancias de la vida, y recuerdo que fui la que se personó en la residencia de ancianos donde mi tía había pasado los últimos años de su vida, para organizar todos los trámites del entierro.

Tres noches después de haberla enterrado, estaba yo durmiendo cuando noté algo extraño que tiraba de mi brazo derecho. Recuerdo que me encontraba inmersa en un sueño, y que además éste era muy agradable. Un grupo de buenos amigos nos encontrábamos reunidos y bromeábamos alegremente, pero ese “algo” tiraba de mi brazo y me molestaba. Me desperté ligeramente y comprendí que estaba en mi dormitorio, pero esa molestia, ese “algo” que tiraba de mí seguía allí. Hice un gesto para desasirme de lo que fuese que me estaba tocando, y me volví a sumergir en el sueño de manera voluntaria. Curiosamente, regresé al sueño que tenía instantes antes y comprendí que estaba experimentando un sueño lúcido, porque proseguí en la misma escena que había dejado. En ella yo les incitaba a mis amigos a salir de aquel local y pasear por la calle. Era como si mi subconsciente no quisiese atender a esa “molestia” que tenía fuera del sueño. Una vez en la calle, yo los llevaba voluntariamente a un local de copas (que jamás había visto en estado de vigilia), y los invitaba a tomar unas bebidas concretas. Recuerdo que me miré las manos en ese instante, y comprendí que aquello lo estaba manipulando yo y que no era real.

 

Aunque me sentía cómoda en esa fantasía onírica, de repente sentí la acuciante necesidad de saber qué estaba ocurriendo “fuera de él” y decidí finalizar el sueño. Como si fuese a la velocidad de la luz, retorné a un duerme-vela que me hizo ser consciente de que aquella molestia continuaba. Abrí los ojos definitivamente y no olvidaré nunca que al girar mi cabeza hacia la derecha de la cama, que era el lugar de donde provenía, me encontré con el rostro de mi tía recién fallecida.

 

Sólo mostraba la cara, el cuello y parte de los hombros, y su aspecto no era en absoluto decrépito ni arrugado como en el momento de su muerte, sino de una lozanía típica de sus mejores años de vida. La miré asombrada y ella me sonrió de forma benévola y amable, como haciendo ademán de despedirse. Extrañamente, me sentí invadida por una fuerte energía que no sabía de dónde provenía. En cuestión de segundos, mi tía desapareció y me volví a recostar pensativa sobre la almohada. Antes de volver a dormirme tuve el total convencimiento de que ella había venido a despedirse, pero yo había provocado involuntariamente un sueño lúcido para evitar aquel suceso.

 

Está claro que los sueños lúcidos comienzan como cualquier sueño normal, pero cuando comienzas a soñar de manera lúcida, es cuando eres realmente consciente, de una manera abrumadora, del hecho de que tu mundo onírico no es real. Y cuando te das cuenta de ello, puedes controlar y manipular ciertos aspectos de la realidad del sueño. Eso es lo que diferencia el sueño lúcido de una alucinación, porque tu cuerpo físico está profundamente dormido y, en realidad, no siente nada de lo que haces aunque estés consciente y tengas el control.

 

Después de lo contado anteriormente, es muy probable que haya personas que deseen tener un sueño de este tipo. Reconozco que no es algo fácil de conseguir pues hace falta constancia y paciencia, y además, todos los métodos y técnicas tienen ventajas e inconvenientes dependiendo de la persona en sí. Por eso, solamente se pueden dar indicaciones generales a partir de las cuales cada uno construya su método personal. Stephen Laberge clasifica los sueños lúcidos en dos tipos, en base a la forma en que la lucidez aparece: durante el sueño (DILD) o al quedarse dormido (WILD).

 

Personalmente, opino que la manera más fácil de conseguirlo es utilizando el método DILD (Dream Induced Lucid Dreams), que se llama precisamente así porque comienza en un sueño. Esta es la manera de que la mayoría de la gente, aunque no tenga entrenamiento alguno, pueda experimentar al menos una vez en la vida un sueño lúcido de manera espontánea. En este caso, todo comienza con un sueño común, y consiste en darse cuenta o ser consciente, de alguna forma, de que estamos soñando. Es justo ahí cuando se entra en estado de lucidez, que es precisamente el que yo experimenté en el caso personal que he narrado antes

 

Para lograrlo, el primer paso es practicar el ejercicio de recordar los sueños al despertar. Si nos levantamos con prisa por acudir a nuestras obligaciones diarias o por el soniquete del despertador, no obtendremos éxito. Por eso conviene despertarse poco a poco, tratar de no abrir los ojos en seguida y recordar los sueños lo mejor que se pueda, con todos los detalles posibles. Por la noche, antes de dormir, conviene decirse a uno mismo – e incluso anotar – qué es lo que deseamos hacer cuando adquiramos lucidez, y después irnos a dormir con la intención de lograrlo. El siguiente paso es estar siempre atentos a las señales de los sueños, que habitúan a ser situaciones completamente inverosímiles estando en vigilia.

 

El otro tipo de método al que alude LaBerge es llamado WILD (Wake Induced Lucid Dreams), y puede llevar a tener experiencias fuertes y nítidas de los sueños lúcidos. Es más difícil de lograr porque se necesita un estado de tranquilidad y relajación difíciles de conseguir. Consiste en entrar directamente en estado REM (o sueño paradójico) desde la vigilia, manteniendo la consciencia en todo momento y sin tener ninguna ruptura. De ahí que en este método sea tan importante la relajación y la atención. Esta última resulta de vital importancia, porque es la que nos mantiene conscientes, la que nos da la continuidad mental para poder entrar de manera lúcida en nuestros sueños.


 Si después de relajarnos comenzamos a ver puntos de colores, rayas, o imágenes que pasan por nuestro campo visual, se pueden aprovechar dichas imágenes del estado hipnagógico (entre la vigilia y el sueño), para enfocar ligeramente nuestra atención en las imágenes que se nos presentan. Como en todas las técnicas en las que el factor fundamental es la atención, en este caso debemos adoptar el papel de “testigos”, observando en silencio pero sin involucrarnos. Conforme pasen los minutos, dichas imágenes o puntos irán desarrollándose hasta formar escenas completas, y cuando se vuelvan extremadamente sólidas o reales es el momento de “entrar”, de una manera sencilla y natural, en el sueño y vernos participando en el mundo onírico.


Si lo anterior no funciona (hay muchas personas que no ven ni imágenes ni puntos), se puede contar mentalmente mientras nos quedamos dormidos, por ejemplo hasta el nº 100, y cuando lleguemos a ese número, decimos en voz alta: “estoy soñando”, y a continuación miramos a nuestro alrededor para comprobar que efectivamente lo estamos haciendo. Si no estuviésemos soñando, repetimos los mismos pasos y volvemos a verificar nuestro estado nuevamente.

 

Otra buena opción para mantener la atención es fijar la atención en las sensaciones del cuerpo. Con paciencia, y transcurrido un buen rato, comenzaremos a tener la sensación de estar “flotando”, pudiendo experimentar, con toda probabilidad, extrañas vibraciones por todo nuestro cuerpo. No hay que asustarse porque esta es la señal de que estamos cerca. En ese justo momento, hay que relajarse y entregarse a esas vibraciones, y cuando todo comience a cobrar una gran intensidad, es cuando podemos vernos inmersos en una escena dentro de un sueño, o bien tener una experiencia de salida del cuerpo.

 

Como veis, el asunto tiene su puntillo ciertamente laborioso, pero con paciencia y tranquilidad todos podemos tener sueños lúcidos, ya sea utilizando un método u otro. Os aconsejo que lo probéis aunque, eso sí, en días en los que no debáis madrugar. Como todo lo relacionado con el mundo onírico, ni las prisas ni el despertador son buenos compañeros.


¡Felices sueños!
 
 
 

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