jueves, 8 de junio de 2017
ENTES ¿COMPAÑEROS DE VIAJES ASTRALES?
Hace ya un tiempo hablé en uno de mis artículos del Bajo Astral y sus habitantes (os dejo el link por si le queréis echar un vistazo).
En él explicaba lo que ese 7º subplano del Astral encierra, y qué tipo de seres son los que lo pueblan, entre otros las Sombras, Cascarones o Gusanos y Larvas astrales, que forman parte de los Entes. Existen algunas diferencias entre estos y las Entidades propiamente dichas, por lo que hoy he querido escribir al respecto para aclarar las preguntas que algunas personas me han realizado.
Con la palabra ENTE se designa a seres no físicos o presencias que se adhieren a los humanos actuando como parásitos. Se conforman de negatividad, hábitos y pensamientos dañinos, así como malas acciones que los difuntos arrastraron al Más Allá. Todo esto queda suspendido en el éter, rodeándonos a la espera de parasitar si encuentra el campo abonado para ello.
Este espinoso asunto muy rara vez se ha abordado en Occidente. La mayoría de personas tienen en su mente la imagen de películas de ciencia ficción o terror, desechando la posibilidad de su existencia real, e incluso tachando de perturbados a los que osan hablar de este fenómeno. Por dicho motivo, este tema no se ha tratado con seriedad en los países occidentales, lo que ha provocado que apenas existan terapeutas capaces de tratar profesionalmente con las mencionadas entidades. Sin embargo, en otras tradiciones y culturas esta cuestión no es nueva. El Ayurveda dedica una de sus ocho secciones al estudio de los bhütas o entes, así como a la influencia que ejercen en la salud física y mental del individuo. Asimismo, el famoso tratado hindú también toca la forma de librarse de ellos. Incluso en la práctica de la acupuntura, diecisiete puntos del conjunto de todos los que recorren los catorce meridianos principales del cuerpo humano, hablan del Kuei o espíritu desencarnado.
Como norma general, un ente es un bulto de energía y conciencia con patrones de comportamiento simples y predecibles. Pueden ubicarse en cualquier parte del cuerpo, aunque donde más suelen hacerlo es en el torso y en la cabeza. Se ha podido detectar que los entes no suelen moverse mucho dentro del cuerpo del individuo. Prefieren aparecer como algo fijo y obstinado que no tiene intención de dejar ese lugar ni de responder a ningún intento de desalojo. La única voluntad de estos parásitos es, con frecuencia, disfrutar de emociones intensas dentro del individuo. Aunque resulte algo increíble, se sabe que la mayoría de ellos se enfocan en una demanda concreta, obsesionados por satisfacerla incansablemente. Pueden desear emociones específicas, como dolor, melancolía, sufrimiento, culpabilidad, castigo o violencia. No obstante, también puede darse el caso de que deseen la protección de alguien, o únicamente que los dejen solos mientras reposan en un ambiente cómodo.
Su tamaño suele variar, pasando del medio centímetro a los dos metros, aunque en la mayoría de los casos es menor a cincuenta centímetros. Sé que muchos se preguntarán cómo es posible saber sus dimensiones y la forma en que se mueve. El francés Samuel Sagan tiene la respuesta a esa pregunta, pues ha realizado miles de estudios con personas que se sentían poseídas. Sus experiencias le han conferido tal maestría, que ha llegado a dominar la técnica para detectar y despejar la presencia de entes adheridos.
Según sus propias palabras, los entes suelen crear habitualmente una confusión interna en el individuo, gracias a la cual obtienen bastante rédito. Les gusta torpedear la claridad mental, incitando el deseo de comer desaforadamente, alimentarse sólo de comida basura, abusar del alcohol, o cualquier otro tipo de adicción. Además, suelen camuflarse con tanta habilidad que llegan a convencer a su víctima de que es ella quien tiene esas necesidades. ¿Cómo vamos a pensar que esas ganas imperiosas de beber cerveza que sentimos en los últimos tiempos responden a la acción de un ente que parasita nuestro cuerpo? Lógicamente, la verdadera magnitud del asunto no se advierte hasta que el ente es descubierto y la persona conoce la manipulación que ha sufrido. Mientras esto no suceda, la toma de decisiones del parasitado seguirá condicionada, pues la víctima se verá desbordada por sentimientos de enojo y consternación que la incapacitarán para llevar una vida normal.
No hay que confundir a los entes con problemas psicológicos o psiquiátricos. Muchos pensarán que este tipo de problemas puede ser achacado a un ente que diga llevar adherido el paciente, pero la diferencia entre la personalidad de un enfermo mental y la acción de un ente adherido es grande. Lo que sí resulta obvio es que la presencia de una entidad astral es algo que surge repentinamente. El individuo, de la noche a la mañana, deja de comportarse con normalidad. A menudo, las personas con un parásito de este tipo en su cuerpo son capaces de reconocer el momento en el que fueron invadidas, así como cuándo pudo ser expulsado el ente, instante a partir del cual dejaron de sufrir. Además de los afectados, también son capaces de distinguirlos las personas clarividentes.
Por eso, en sueños lúcidos que podamos inducirnos, o en posibles viajes astrales que realicemos, debemos ser muy cautos. En ese viaje podemos encontrarnos con unos compañeros indeseables de viaje que, sin que seamos conscientes de ello, se adhieran a nosotros y nos parasiten. Después es bastante difícil desprenderse de ellos.
Pero, ¿de dónde provienen estas entidades? Las evidencias demuestran que son fragmentos de astral que se separan del cuerpo energético cuando morimos. Pueden generarse a partir de un aborto, ya sea natural o inducido, en un embarazo, o incluso tras la muerte natural de un gemelo en la matriz de una mujer gestante. Dichos fragmentos no son los únicos tipos de entes que existen, pero sí los más comunes.
Hay otros, como aquéllos que provienen de seres fallecidos, y de los que ya hablé en el artículo antes citado, que se manifiestan en la mayoría de los casos como fenómenos anormales de comportamiento, con una intensidad mayor que la que mostraban las personas en las que residían originariamente.
Imaginemos que, en vida, una persona sentía deseos de galopar a caballo, y que al morir, el fragmento correspondiente a dicha actividad se desprendió y parasitó en otra persona viva. Lo que ocurrirá será que, a partir de ese momento, ésta última sentirá unos impulsos irrefrenables por montar a caballo, de una manera más intensa todavía que la que experimentaba la persona fallecida.
Y claro, con esto surge una nueva pregunta: ¿por qué se manifiestan los entes de forma más acusada que cuando ocupaban el cuerpo original? La explicación es sencilla: son restos o pedazos que se desprendieron del cuerpo astral de un humano, y que, cuando estaban unidos a su cuerpo sutil y bajo la influencia de su personalidad, permanecían reprimidos por diversos factores. Una vez libres tras la fragmentación del cuerpo astral, dejaron de tener represiones y ahora se muestran tal como son.
Como siempre digo, hay que prestar mucha atención a las energías que nos envuelven en todo momento. La protección resulta vital en cualquier momento de nuestra vida, pero en este más que en otros.
Reflexiones obtenidas del libro Entities, Parasites of the Body of Energy (Entidades, parásitos del cuerpo energético) - Samuel Sagan, 2003-2004
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