viernes, 11 de marzo de 2016

ARCONTES EN LOS SUEÑOS




Es bien sabido que en el momento en que nos sumergimos en el profundo sueño de la noche, y por qué no, también en cualquier otro momento del día para descansar, abrimos un portal dimensional por el que nosotros mismos podemos salir en ocasiones para vivenciar experiencias extracorpóreas, voluntarias o involuntarias, o bien ser visitados por entidades de otros planos. Ese es un momento en el que nuestra psique se encuentra desprotegida, y por eso, si algún ser de otra dimensión desea acercarse, tiene el terreno abonado para ello.

 

 

Entre algunas de estas entidades podemos encontrarnos con difuntos y seres queridos que nos dejaron, entidades espirituales, seres de otros planos del astral (ya hablé del Bajo Astral en el artículo http://www.maytedelsol.com/el-bajo-astral-y-sus-habitantes/), o aquellos que jamás han sido físicos porque habitan una dimensión especial, aunque cohabiten con nosotros a todas horas sin que seamos conscientes de ello.

 

 

Uno de estos grupos de entidades son los llamados “Arcontes”, palabra griega con una antigüedad de más de 2.000 años que significa “gobernante”. Se dice que estos seres están conformados por una especie de materia elemental, siendo su objetivo invadir como parásitos nuestra mente para modificar nuestra percepción del universo. Se habla también de su extraordinaria y elevada capacidad psíquica, y su facilidad para imitar la realidad y confundirnos. Hay que partir siempre de la base de que el ser humano no es infeliz porque sea consustancial a su naturaleza ser infeliz o desdichado. En general, y es algo cada vez más comprobado, somos infelices porque hay entes que cohabitan con nosotros y nos generan bajas emociones, provocando situaciones que nos hacen sufrir. Sé que esto resulta algo difícil de digerir, pero no deja de ser una realidad.

 

 

Toda esta información de la que gozamos ahora proviene de los manuscritos de Nag Hammadi, escritos entre el II y IV siglo de nuestra era y encontrados en Egipto en 1945, aunque no se hiciese pública su veracidad e importancia hasta 1947. En ellos se habla de los Arcontes como criaturas supra-humanas, verdaderas dominadoras de este mundo. Según dichos textos, podrían tener dos formas: embrionaria (similares a los famosos grises que tanta fama tuvieron en los 70 del siglo pasado), o dracónica (del tipo reptiliano), lo cual enlaza directamente con la información dada por algunas religiones. Estos seres son maestros de la simulación, pero no tienen conciencia ni experiencia humana. Dado que algunos antropólogos los han visto mediante estados alterados de conciencia, hablan de que son seres no orgánicos, y se especula con la posibilidad de que únicamente estén conformados por silicio y mercurio.

 

 

Quizá al hilo de las hipótesis más científicas, curiosamente también aparece la figura de los Arcontes en muchos textos sagrados, tal es el caso de la Biblia. Incluso algunas mitologías como la celta y la azteca los aceptan. Además, las primeras iglesias ya los definían como una especie de infección psíquica, dado que pueden acceder a los cuerpos humanos modificando su propia forma para desorientar. Para la Kabbalah, su origen está en Adán y Eva, que crearon dos ángeles – Aza y Azael - los cuales se revelaron contra el creador y bajaron a la Tierra para crear sus propias descendencias. Siempre fueron vistos como extraños, e incluso Enoch los definió como los visitantes. Según el Zóhar (parte esotérica de la Torá de los Judíos), los Arcontes se clasifican en diversos grupos: los Gibborim, que buscan honores, los Amalekim, que generan dudas y traen mal de ojo, los Nefilim, que generan odio gratuito, los Refaim, que ponen obstáculos en todos nuestros objetivos, y los Anakim, que generan odio y cizaña entre humanos.

 

 

La religión judaíca también refiere que son entes espirituales no encarnados que viven en dimensiones paralelas, y que nos envidian, provocando situaciones desagradables, las cuales desembocan en emociones generadas por nosotros, como miedo, celos, falta de auto-estima, culpa, tristeza, desesperación... De esa forma, hacen de nuestro mundo una granja de humanos convertidos en comida espiritual, nutriéndose de nuestros miedos. Digamos que ellos comen nuestras bajas emociones, de igual forma que nosotros comemos nuestra comida. Esas vibraciones que generamos con odio, ira celos... son su alimento. Cuanto más odio generemos, más crecen y engordan ellos.

 

 

Los gnósticos afirman que los Arcontes secuestran por la noche y durante el sueño a las almas humanas, y a pesar de que los Eones - entidades positivas que vigilan y guardan la vida en el centro de la galaxia – nos protegen, siguen teniendo mucho poder. Por eso, a menudo se convierten en intrusos en nuestros sueños, dada su capacidad para entrar en ellos. Mediante este método, influyen y determinan nuestros experiencias oníricas, sobre todo si canalizamos o trabajamos mancias u oráculos. En ocasiones, pueden presentarse como Maestros de Luz que dan consejos, o bien como Seres Ancestrales que dan órdenes o sugerencias a modo de consejo para que sigamos sus dictados, y así tenernos bajo su influencia. Incluso pueden exigirnos algún tipo de compensación, sea la que sea, por dicho consejo. En realidad, no nos pueden forzar a que hagamos algo, pero sí influir y crear sincronías artificiales, acercando a una persona con otra para sus fines, o enviando sueños y supuestas experiencias psíquicas que podríamos creer son verdaderas.

 

 

¿Cómo superarlo? Es en nuestro hemisferio derecho donde tenemos la solución. Si aprendemos a utilizarlo mejor y nos dejamos guiar con mayor frecuencia por esta parte del cerebro, ascenderemos a un nivel espiritual que no pueden alcanzar dichos entes. En el momento en que trabajamos con este hemisferio, intuitivo por excelencia, nos elevamos mentalmente y nos “vacunamos” contra estos seres. El hemisferio derecho es más poderoso de lo que pensamos, y trabajar con la meditación para potenciarlo es una herramienta muy eficaz. Aparte de ello, recomiendo trazar un círculo mental de protección a la hora de acostarnos en la cama, cerrándolo bien, y abrirlo a la hora de levantarnos. Es el mejor método para mantenernos alejados de desagradables intrusiones oníricas.

 

 

 

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