El
trabajo con los sueños siempre ha resultado fascinante, sobre todo por
lo que tiene de misterioso e impenetrable. ¿De dónde proceden las
escenas que vemos mientras dormimos? ¿qué nos transmiten? ¿es tan sólo
nuestro subconsciente el que las hace aflorar o hay algo más?. Tras
numerosos estudios realizados, se sabe que muchos de los sueños que
experimentamos nos proporcionan autoconocimiento, permitiéndonos
contactar con nuestro espíritu y nuestra alma para poner en práctica su
inagotable sabiduría.
Sin embargo, este descubrimiento no es fruto de los últimos tiempos. En casi todas las culturas antiguas ya existía una visión universal acerca de la naturaleza de los sueños, la cual, por desgracia, ha perdido bastante credibilidad en la época actual. Dicha visión era y es común todavía a muchos pueblos, y sostiene que algunos de nuestros sueños tienen un origen divino, pudiendo ser también un portal a otros mundos espirituales, o incluso transmitir mensajes y visiones de carácter profético.
Huicholes o Wirrakilas de México, egipcios de la época más remota, la India ancestral o incluso la civilización china, todos ellos nos hablan de unas profundas creencias, como la de que el sueño puede facilitar el mensaje enviado por un dios o un antepasado, o que puede ser originado por un viaje del alma. Incluso se considera que los niños podían soñar con sus vidas pasadas, y los ancianos con sus próximas encarnaciones. Hasta los aborígenes australianos tienen dentro de cada tribu a un “evocador de sueños”, tradición que continúa manteniéndose en la actualidad.
Pero hoy quiero hablar de una magnífica cultura antigua que trabajaba con ellos, y de la que por desgracia hemos olvidado sus enseñanzas al respecto. Me refiero a la antigua Grecia, cuna de nuestra civilización, y que creía en el gran poder sanador de los sueños. Partiendo de la base de que en la Grecia clásica convivían tanto la medicina religiosa como la secular, la civilización griega consideró que debía existir un centro o templo de curación cuya terapia fuese la interpretación de los sueños. Dichos templos de salud aparecieron alrededor del siglo VI a. C., y su culto fue dedicado al dios Asclepio (dios griego de la medicina), extendiéndose rápidamente y llegando incluso hasta Egipto, donde fue identificado con Imhotep y Serapis (dioses de la medicina egipcia).
Estas edificaciones de la antigua Grecia eran realmente famosas, y recibían el nombre de Asclepeion (o asklepieion, en griego Ἀσκληπιεῖον), por su consagración a este dios. Su función era básicamente erigirse como lugares adonde los enfermos podían acudir para tener sueños sanadores. Los santuarios más importantes fueron el de Epidauro, el de Tricca (para algunos autores el Asclepion
más antiguo conocido), Lebén y Cos, siendo considerado el de Pérgamo,
en Turquía, el primer hospital mental del mundo. En el año 295 a. C.
apareció en Roma el primer templo dedicado a Esculapio (nombre romano de
Asclepio), y la fama de estos templos llegó a ser tal que al principio
del cristianismo y en la antigua Roma, el culto a Cristo fue compartido
con el culto a Esculapio.
Retornando de nuevo a Grecia, fue hacia el año 300 a.C. cuando el culto de Asclepio se hizo mas popular, y por eso, los peregrinos – tanto ricos como pobres -, acudían en gran número al Asclepeion, especie de santuario o balneario medicinal donde podían ser curados. El proceso o ceremonia, llamado Incubatio, era sencillo y no requería ayuno ni atuendos especiales. Primero se purificaban los enfermos mediante un baño previo, y posteriormente realizaban una sencilla ofrenda al templo, la cual estaba al alcance de cualquiera. Cuando los enfermos se disponían a dormir, todos bebían antes un agua especial, acostándose después en una gran sala diáfana. Una vez que se apagaba la iluminación, se les exigía mantener silencio. Durante el transcurso del sueño, el dios en persona o una epifanía suya, como por ejemplo su serpiente, ejercía sobre ellos la pertinente acción terapéutica, o bien les señalaba qué tratamiento debían seguir para recuperar la salud.
Según nos ha llegado hasta nuestros días, el dios se aparecía a cada uno de los enfermos de manera individual, no haciéndolo jamás de forma colectiva. En la mitología griega, Asclepio enviaba sus poderes sanadores a través de la serpiente, pues dicho reptil estaba consagrado a este dios, y por eso a menudo fueron usados en los rituales de curación. Las serpientes no venenosas eran dejadas reptar en el suelo de los dormitorios donde los enfermos y heridos dormían, y a los que se decía que lamían la parte enferma en sueños.
Hay que tener en cuenta que en dichos templos la medicina provenía de una larga tradición mítica, pues la importancia de la vida onírica era tremenda en la religiosidad antigua. Sin embargo, el rito fue sufriendo transformaciones poco a poco, y los encargados del templo, llamados curiosamente therapeutes, (palabra que ha trascendido hasta la actualidad encuadrando a los profesionales dedicados a la sanación) se convirtieron en intérpretes de los mensajes ocultos en el simbolismo de los sueños. Cuando los enfermos habían dormido una noche en el templo, a la mañana siguiente se les pedía que contasen sus sueños a un sacerdote o therapeute, quien al escucharlo prescribía una terapia, si ello era posible, en base a la interpretación de las imágenes oníricas y partiendo de la base de que era el dios Asclepio quien le había dado al paciente la solución a sus problemas por medio de los sueños experimentados. El terapeuta era quien le ayudaba a interpretarlos, aunque en muchas ocasiones era preciso que los enfermos durmiesen en el templo unas cuantas noches más.
No cabe ninguna duda de que en los Asclepeion se producían curaciones, y prueba de ello fue la gran popularidad que dichos santuarios adquirieron durante mucho tiempo, lo cual se sabe por la cantidad de exvotos (obsequios de los sanados en agradecimiento por el beneficio obtenido) que se encontraron en sus ruinas. Pero ¿por qué se producían estas curaciones? Cierto es que en todo este proceso existe una gran parte psicológica.
Además, los santuarios eran una especie de balnearios en los que se llevaba un estilo de vida saludable, lo cual también podría ayudar a la curación dependiendo de la dolencia que se hubiese ido a tratar. Por otra parte, la autosugestión también puede explicar algunos casos, como el de recuperar una función (la voz, el movimiento de un miembro…) inhibida por una perturbación nerviosa, pero de ahí a considerar que el ambiente y el entorno producían la curación en todos los casos, media un abismo.
Resulta obvio que una de las mayores pérdidas que ha sufrido nuestra moderna psicología, siempre en pos de fundamentos científicos, ha sido descartar estas visiones por considerarlas irreales y fruto de nuestra fantasía. Lo más sorprendente de los sueños es que, cuando comenzamos a prestar un mínimo de atención a sus mensajes, podemos solucionar muchos problemas, pues soñar es un sistema curativo en sí mismo. Son consejos que provienen directamente del espíritu, cuando no de otros lugares más especiales, y que pueden aplicarse en beneficio de nuestra evolución personal y colectiva.
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