domingo, 22 de enero de 2017

MISTERIOSAS CAMPANADAS EN SUEÑOS




Quizá porque llegamos a unas fechas muy marcadas en el calendario, el recuerdo de una experiencia onírica bastante reciente ha acudido a mi mente en las últimas horas. El 1 de Noviembre está cercano, y con él, la celebración en recuerdo de todos aquellos seres queridos que trascendieron y partieron a otros planos o existencias. El Día de Todos Santos nos recuerda que llega el momento de honrar a nuestros muertos.


Soy de la opinión de que la muerte es tan sólo un tránsito a otro estadio, a otro lugar donde nuestro espíritu, una vez liberado de su envoltura física, prosigue su andadura para realizar distintas tareas dependiendo de lo aprendido o no en esta vida. Y por eso precisamente, y también por haber tenido sueños y experiencias que así me lo han revelado, sé con certeza que los difuntos acuden a visitarnos en sueños para tratar de contactar con nosotros, bien por diferentes motivos, o para anunciarnos de alguna manera que alguien se va a reunir con ellos próximamente allá donde se encuentren.

 

El sueño al que hago mención tuvo lugar la última semana de Agosto de este mismo año, y en él me vi envuelta en una situación que jamás había experimentado hasta entonces. Muchas veces no hacemos caso al simbolismo de los sueños, y tal o cual objeto no nos sirve de orientación, a menudo porque nos da pereza detenernos unos minutos a interpretarlo, o bien porque confundimos su significado. Es lo que me sucedió a mí, hasta que la vida me demostró definitivamente que andaba equivocada, y que el sueño me había hablado con una claridad diáfana. Dice El Talmud – libro sagrado hebreo donde se estudia el Antiguo Testamento -, que no interpretar un sueño es como recibir una carta y no leerla. Pues bien, yo recibí una carta-sueño, pero por pereza y olvido no la “abrí ni leí” debidamente.

 

Aquella noche me acosté como de costumbre, pero tuve unas cuantas pesadillas que me generaron gran desasosiego, sobre todo porque eran increíblemente idénticas. Aquello me sorprendió, pues no había motivo para que se produjesen dado que durante el día no había tenido ninguna experiencia desagradable o con la que me hubiese acostado rondando en mi cabeza. Todo estaba tranquilo en mi vida, así que mis despertares en medio de la noche fueron abruptos y confusos. Algo me puso en guardia, aunque sin saber con exactitud a qué hacía referencia. ¿Qué significaban aquellas pesadillas recurrentes? Sabido es ya por la ciencia que este tipo de sueños repetitivos pueden producirse en diferentes días para avisarnos de algo que subyace en nuestro inconsciente, pero ¿en una misma noche?

En esos sueños extrañamente iguales, el escenario era oscuro y envuelto en una niebla grisácea que calaba hasta los huesos. Aparte de ella, no acertaba a ver nada más. Era como una inmensa nebulosa que parecía querer engullirme, pero sin llegar a conseguirlo. Parapetada tras unas solitarias rocas, pues la escena se producía en medio de un páramo desolado, escudriñaba tratando de romper ese velo neblinoso para percibir si había algo o alguien por allí, pero tan sólo me rozaban los fríos y gélidos dedos de la densa niebla que, poco a poco, me iba penetrando hasta el tuétano.

 

En un determinado momento, y en todos y cada uno de los sueños de esa misma noche, un pequeño atisbo de lucidez se apoderaba de mi mente para tratar de hacerme consciente, sin lograrlo, de un mensaje que parecía pretender aflorar. A continuación, me despertaba abruptamente de la pesadilla. Así sucedió en tres ocasiones, hasta que saliendo de la última, comencé a escuchar el tañir alborotado de unas campanas de iglesia. El sonido era desordenado y caótico, y me asustó tanto que creí que estaban sonando dentro de mi propia casa. Me desperté sobresaltada y sacudí por el brazo a mi marido para preguntarle si él también las escuchaba, pero me confesó que no las oía, y yo me quedé sentada en la cama sin saber a qué obedecía ese extraño fenómeno.

 

Cuando me levanté, me apresuré a escribir los sueños en mi cuaderno, así como a indagar acerca de una posible interpretación. Debido a que mi familia paterna es oriunda de una pequeña localidad de Huesca, de niña y hasta bien entrada mi juventud pasaba las vacaciones estivales en ese pueblecito donde, incluso hoy en día, parece haberse detenido el tiempo. Por ese motivo, reconozco perfectamente los diferentes tañidos de las campanas de una iglesia: a boda, a misa, a mortijuelo (cuando fallece un niño), a muerto... Los he oído muchas veces, y por eso no asocié ninguno de ellos a lo que yo había escuchado esa madrugada al despertar. Aquel voltear caótico de campanas me resultaba irreconocible. Mi marido me tranquilizó diciendo que también podía significar algo espiritual, pero yo estaba muy intraquila y las presentía de mal augurio. Mi intuición se confirmó al día siguiente, cuando nos telefonearon para comunicarnos que la abuela materna de mi marido había sido ingresada de urgencia en un hospital de la localidad donde residía. Justo una semana después, la enterrábamos.

 

A la vista de lo sucedido, considero firmemente la posibilidad de que se me estuviese avisando de su fallecimiento, pero en aquel momento fui incapaz de entenderlo. Si las campanas hubiesen tocado a difunto me hubiera orientado mejor. Lógicamente, no pensé en un posible fallecimiento de alguien cercano, sobre todo porque ignorábamos que la abuela de mi pareja estuviese gravemente enferma, dado que la familia nos lo había ocultado para no preocuparnos.

 

Obviamente, a estas alturas continúo sin saber qué o quién hizo sonar esas campanas, pero de lo que sí estoy segura es de que sonaron para avisarme de aquella próxima defunción. Tal vez pudo ser mi inconsciente, o tal vez los del “otro lado” me advirtieron de lo que iba a suceder. Sea como fuere, mi conclusión es que jamás debemos obviar cualquier signo o símbolo que se repita en nuestros sueños. Su capacidad de conexión con nuestra psique es tan grande, que menospreciarlo implica cometer un severo error del que muchas veces podríamos arrepentirnos.


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