Hace ya un tiempo hablé de la técnica que se usaba en muchos pueblos de la antigüedad para analizar la psique del individuo en caso de que tuviese problemas, o para ayudarle con dudas o incertidumbres, en resumen, para sanarle. En mi post SUEÑOS PARA SANAR hablaba de que en la Antigua Grecia se estudiaban con detalle sueños
“provocados” que los individuos iban a buscar al interior de los Asclepeion para
obtener, a través de lo que se consideraba entonces que era una
consulta a los dioses, la respuesta adecuada para cuestiones previamente
planteadas. Con dichas respuestas, la persona salía comprendiendo lo
que le sucedía, aunque siempre ayudada en dicha comprensión por los
terapeutas que para ello estaban en el templo.
Pues bien, en el Antiguo Egipto ocurría algo similar, quizá por esa
“contaminación cultural” a la que aludía antes, aunque dicha práctica,
la llamada INCUBATIO y de inspiración claramente
helenística, fuese ya relativamente tardía para la civilización egipcia.
Cuando el egipcio de aquella época deseaba obtener la opinión de un
dios sobre un tema en concreto, iba a dormir a un santuario
específicamente creado para ello, totalmente convencido de que el dios
se le aparecería en sueños y le daría una respuesta clara y sin
simbolismos extraños.
Sin embargo, si nos hundimos en la noche de los tiempos, mucho antes de
que la influencia cultural griega fuese una evidencia, el sueño poseía
igualmente una fuerza especial para la mentalidad de aquel pueblo. A los
ojos de los antiguos egipcios, la noche sumergía al durmiente en un tiempo muerto en medio de la creación, tiempo que poseía el don de hacer retornar a las fuerzas del caos. De
ahí que considerasen que la persona que dormía se encontraba en un
estado de muerte provisional, y en contacto con todos los seres y
visiones fantásticas que frecuentan ese mundo de lo no tangible.
Para ellos, el sueño era un territorio dominado por los dioses,
quienes, invisibles durante el día, podían aparecerse en su auténtica
forma al llegar el ocaso. Por la noche, y con el sueño, el hombre tenía
la oportunidad de percibir las realidades del Más Allá que le rodeaban.
Sumergido en la noche y sin contacto con lo terrestre (siempre bajo el
prisma del hombre egipcio antiguo), el durmiente se abría a las
numerosas percepciones de un universo diferente, en el que el futuro
podría mostrarse ante él. Sin embargo, el tipo de sueños que más
interesaba en el Antiguo Egipto, y al que mayor atención dedicaron,
según se ha podido descifrar en sus numerosos escritos sobre este tema,
es a los SUEÑOS PREMONITORIOS. (La mayoría de vosotros habréis
escuchado hablar, en más de una ocasión, de los famosos sueños que tuvo
un faraón y que al no saber interpretar, fueron entendedidos con certeza
por José. Hoy no hablo de este episodio, sino de la visión general que
tenían los egipcios acerca del mundo onírico).
El sueño, si se interpretaba correctamente, revelaba a los egipcios las inquietudes del futuro, y la magia les permitía, ya en estado de vigilia, liberarse de ellas. Si los sueños eran nefastos, se consideraba que traían consigo una advertencia para protegerse ante la eventual amenaza del futuro, o también que el durmiente estaba indefenso en esos momentos ante las malvadas fuerzas del caos.
Resulta muy curiosa la cabecera que tenían los egipcios en sus lechos. A modo de precaución o protección, utilizaban una especie de reposacabezas para sostener sus cabezas mientras dormían. Este cabezal tenía forma de media luna y se sostenía por un pie, estando provista de una almohada donde apoyaban la cabeza.
En el pie se reproducían grabados o pinturas de imágenes divinas
destinadas a proteger al durmiente de las malvadas fuerzas que, según su
visión, habitaban la noche.
Para ellos, el momento de soñar comportaba riesgos, ya que las imágenes
oníricas podían estar cargadas de imágenes amenazantes. En la mayoría de
los casos, los sueños constituían una útil visión del futuro, o una
forma de contactar con el universo sobrenatural de los dioses. Como
estos, según el pensar de este pueblo, raramente se aparecían a los
simples mortales durante el día, era probable que pudiesen hacerlo en
sueños. De ahí que estas visiones, por muy extrañas que pareciesen, se
considerasen advertencias divinas a tener muy en cuenta, surgiendo de
ellas la necesidad de clasificar los sueños para definir sus
significados.
Numerosas fuentes coinciden en afirmar que existieron en el Antiguo
Egipto unas claves para interpretar los sueños, las cuales consistían en
unas listas que marcaban cómo interpretar cada relato onírico. Además,
se cree que su antigüedad es grande y que este aspecto ya se tenía en
cuenta en los comienzos de dicha civilización. Los primeros
fragmentos conservados de un tratado egipcio sobre los sueños pertenecen
a la XIII dinastía, alrededor del 1.750 a.C., y se trata de una
exposición de fórmulas para recitar con el fin de protegerse de los
efectos de "todo sueño malvado visto en el transcurso de la noche". Las más interesantes de estas claves, de las que se conservan algunos fragmentos, se conoce gracias a un papiro, el Papyrus Chester-Beatty III, cuyo contenido podría remontarse hasta el periodo que va del 2000 al 1785 a.C., y al que se llamaba EL LIBRO DE LOS SUEÑOS.
Según esta documentación, el que un hombre viese en sueños una serpiente
era algo bueno, un magnífico augurio, y se interpretaba como un aumento
de las provisiones. Y había toda una lista que indicaba qué sueños eran buenos y cuáles no.
Por ejemplo, todavía se conservan indicaciones como las de que si el
soñador se veía mirando por una ventana era bueno, ya que significaba
que el dios escucharía su grito. Sin embargo, ver una cama ardiendo
reflejaba el rapto de su mujer, o ver a un enano presagiaba que la mitad
de su vida le sería arrebatada. Bajo nuestro prisma actual y
occidental, esta interpretaciones podrán parecernos de los más extraño,
pero hay que tener en cuenta el contexto social y el marco moral en el
que se movía esta gente. La importancia que le daban era tal, que se
sabe que desde el 2000 a.C. los egipcios acostumbraban a anotar sus
sueños en papiros.
Las tablas que contenían las interpretaciones de sueños no circulaban de
mano en mano, ni estaban al alcance de cualquier ciudadano que quisiera
descifrar el sentido de sus relatos oníricos. Estas claves de sueños
eran elaboradas y conservadas por los ESCRIBAS de la Casa de la Vida, una
especie de instituciones religiosas donde se copiaban los manuscritos
rituales, y donde se cultivaban diversas ciencias, como medicina,
teología, y naturalmente, oniromancia.
Cuando la Biblia fue traducida al copto, la expresión empleada para designar al intérprete de sueños en la historia de José fue SPHRANCH. En ella se puede reconocer la antigua forma SECH-PER-ÂNKH, "Escriba de la Casa de la Vida",
de lo que se deduce la gran importancia que tenían estos personajes,
así como su uso restringido a las clases más poderosas del Antiguo
Egipto. Sin embargo, y a pesar de ello, no podemos obviar que en su
totalidad, este gran pueblo concedió la máxima importancia a un hecho
que todos los humanos realizamos cada noche, y al que muchos no prestan
atención: soñar.
Tal vez si estuviésemos más atentos a esas imágenes oníricas, nuestra
forma de caminar en la vida fuese más acertada. La sabiduría que
encierran los sueños es más grande de lo que pensamos. ¡Bien que lo
sabían los antiguos egipcios!
Fuentes:
https://www.guioteca.com/tarot-y-suenos/los-suenos-en-antiguo-egipto-contacto-divino-y-misterioso/
http://atlascultural.com/historia/suenos-civilizaciones-antiguas-i
Luigi Prada (2011): Classifying Dreams, Classifying the World: Ancient Egyptian Oneiromancy and Demotic Dream Books.
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