sábado, 7 de marzo de 2020

LA VERDAD SOBRE LOS ESPÍRITUS Y FANTASMAS (I)





 Sé que es un comienzo contundente para un artículo, pero yo creo en los fantasmas, así como en la presencia real entre nosotros de los espíritus procedentes del Otro Lado. Lo creo porque, al igual que muchas otras personas, los he visto, oído (sí, habéis leído bien, oído), me he quedado perpleja ante ellos, e incluso he olido la fragancia ligeramente familiar de un ser querido fallecido. Eso me ha llevado al convencimiento y la seguridad de que no desaparecen cuando fallecen, que no es fruto de mi imaginación ni mis deseos, sino que están ahí, y que los puedo percibir si abro bien mis ojos, oídos, mente e intuición, y sobre todo, presto la suficiente atención.

Creo básicamente en ello porque entiendo que la mayoría de las grandes religiones del mundo están en lo cierto: todos somos eternos, cada uno de nosotros. Nuestros espíritus siempre existieron y existirán. Nuestros cuerpos físicos tan sólo son una morada temporal de la esencia de nuestro ser. La muerte descompone tarde o temprano la materia de la que estamos hechos, pero jamás puede destruir nuestra esencia, esa esencia compuesta de energía, la energía que conforma el universo. Si nuestros espíritus trascienden realmente a la muerte, si son inmortales, significa que nunca dejan de existir. Entonces, ¿por qué nos negamos a creer en ello? ¿por miedo? ¿por prejuicios absurdos? Cierto es que no está demostrado científicamente al cien por cien, aunque haya cada vez más testimonios al respecto en los cuales no me voy a detener aquí para no extenderme demasiado.

La aparición inesperada de un fantasma o espíritu provoca miedo de primeras. Cierta combinación de sorpresa, una insistencia cultural según la cual aquellos que ven fantasmas y espíritus están locos o mienten, así como una absoluta falta de comprensión sobre lo que está sucediendo, se incorporan a esos momentos tan especiales. En ellos se padecen auténticos sobresaltos de pánico, incluso entre las personas más racionales. No sólo los psíquicos o médiums mantienen con regularidad encuentros perfectamente válidos con fantasmas y espíritus. Muchas personas “normales” también nos hemos encontrado cara a cara con visitantes del más allá. Los que lo hemos vivido sabemos lo que hemos experimentado, y también sabemos que no estamos locos porque nuestra experiencia fue real. Del mismo modo que un científico sería un necio si obtuviese el mismo resultado del mismo experimento una y otra vez y se negara a creerlo, todos los que hemos visto, oído y sentido la presencia del mundo del espíritu seríamos igual de necios si nos negásemos a creer lo que nuestros cinco sentidos, nuestra mente y nuestro corazón juran haber experimentado.

Con el fin de entender lo que los espíritus y fantasmas son en realidad, y de dónde vienen, es esencial entender lo que nos ocurre al morir. Cuando nuestra esencia abandona el cuerpo, trasciende inmediatamente al Otro Lado y se convierte en un espíritu, denominándose “visitas” a sus apariciones en este plano. En ese Otro Lado hay diferentes estadios, pues entramos en terreno del astral. Nuestro cuerpo se ha descompuesto, pero su esencia perdura en esos planos astrales donde todo es energía y nada es materia. Hay almas oscuras, que en vida no han tenido unos actos excesivamente positivos, y que acceden a un plano astral bajo porque resuenan en una frecuencia similar a esos planos del astral. En el lado opuesto están las almas que, durante su encarnación, realizaron acciones más elevadas y buenas. Después, al trascender, vibran a mayor frecuencia y por eso acceden a otro tipo de planos, probablemente más elevados por ser afines a su vibración. Además, hay otras que se añaden a esta personal clasificación que he creado aquí; son esas pobres almas atrapadas que, debido a sus propias y confusas razones, se niegan a reconocer el verdadero túnel que conduce al Otro Lado y permanecen apegados a la tierra. Las almas aferradas a este plano se conocen como fantasmas, y sus apariciones entre nosotros se denominan “apariciones” o “encantamientos”.

Comprender las diferencias entre espíritus y fantasmas, entre visitas y encantamientos o apariciones, nos puede ayudar a comprender de verdad a lo que nos enfrentamos. Si somos capaces de discernir, nos ayudará a distinguir entre un intruso aferrado a este plano, un espíritu benéfico, como el de un ser querido ya fallecido, o quizá un espíritu maligno. De ahí que la importancia resulte vital para saber a qué atenernos.


ESPÍRITUS DE DIFUNTOS

Cuando nuestro cuerpo fallece, la mayoría de seres experimenta el famoso túnel brillante e iluminado. Aunque no voy a entrar aquí a hablar de las ECMs, simplemente mencionaré una investigación realizada por el neurólogo Steven Laureys. Dicho neurólogo reveló que estas experiencias existen, pero que solamente son trucos de nuestra imaginación (personalmente, discrepo. No es factible que la imaginación de miles de personas sea “idénticamente” igual en todas las partes del mundo, pero como decía, sólo haré una pequeña mención al tema). La investigación analizó 400 casos de personas cuyas experiencias cercanas a la muerte eran similares. Los analizados pertenecían a diferentes culturas, pero tenían en común la famosa luz blanca, y el hecho de que todos declararon sentir su cuerpo flotando, así como las visiones de parientes o seres queridos fallecidos. Por eso, estas experiencias se relacionaron más con la biología del cerebro y con la religión. Según Laureys, la región del cerebro conocida como unión temporoparietal es la clave de estas experiencias. Ante los eventos que ponen la vida en peligro, existen cambios repentinos en el suministro de sangre que alteran los niveles de oxígeno en el cerebro (diferentes religiones, identidades culturales... Otros factores más ante los que discrepo de la opinión del mencionado científico).

Lo que sí es cierto, ante numerosos casos recogidos, es que ese túnel no desciende de un lugar lejano en el universo, sino que surge de nuestros propios cuerpos y discurre de manera horizontal, formando un ángulo de unos veinte o treinta grados hacia arriba. La razón por la que ese legendario túnel nos traslada horizontalmente es debida a que el Otro Lado, ese lugar a donde vamos, es otra dimensión situada un metro por encima del plano en el que nos movemos cuando estamos vivos. Es un lugar que vibra a una frecuencia más elevada que la nuestra. Mientras estamos vivos, no podemos percibirlo, así como tampoco nuestra proximidad a él, de la misma manera que el oído humano normal no puede percibir la elevada frecuencia de un silbato para perros. Los que hemos experimentado encuentros con espíritus, o los que hayan oído o leído relatos de personas que los han tenido, habrán advertido que a menudo esas descripciones hablan de que los espíritus se perciben “flotando” a unos pocos centímetros del suelo. Aunque nosotros los veamos así, lo que sucede es que los espíritus se mueven en su propia superficie, a un metro de distancia de la nuestra o más, dependiendo del plano en que se encuentren.


Para saber cómo reconocer la visita del  espíritu de un difunto, y cómo distinguirla de otras experiencias con espíritus malignos, hay que tener en cuenta que cuando ellos aparecen para hacernos saber que siguen “vivos”, ya han trascendido a un plano mucho más armonioso, el cual tienen destinado para proseguir su andadura espiritual. Cualquier problema, disgusto, enfermedad o tragedia que padeciesen en vida se ha resuelto. Por eso, cualquier entidad con la que nos encontremos que parezca enfadada o presente una negatividad fuerte, sea al nivel que sea, no es un espíritu benéfico. Los espíritus de nuestros seres queridos fallecidos viven en un plano exento de limitaciones terrenales, de manera que poseen ciertas cualidades que los distinguen de otro tipo de visitantes. Como el lenguaje del Otro Lado es el pensamiento, pueden comunicarse perfectamente entre ellos, así como con nosotros, mediante la telepatía. Muchas personas que han recibido la visita de espíritus de este tipo han revelado que les hablaron sin utilizar palabras ni emitir sonidos.



También es frecuente que se les pueda ver en varios lugares a la vez. Recuerdo el caso de dos hermanas gemelas, muy amigas mías desde la infancia. Cuando falleció su madre en el hospital, ninguna de las dos pudo estar a su lado para acompañarla en el trance. Sin embargo, ambas confesaron haber visto su imagen prácticamente al mismo tiempo, y que se les aparecía sonriendo. En esa época, las gemelas vivían alejadas, y una de ellas residía en Alemania. La otra gemela tampoco estaba junto a la madre moribunda en ese momento. De ahí que la experiencia resultase bastante fácil de interpretar. Ambas reconocieron a su madre por su aspecto, narrando que parecía estar viva y con plenas facultades, a pesar de que acabase de morir, tal como se les comunicó un rato después por parte del personal médico. Es obvio que como la madre deseaba que sus hijas supiesen que se había “ido”, se apareció ante ellas de una forma en la que la identificaran plenamente pero sin sentir ningún temor.

   
 Es una máxima constante que siempre intentan que los reconozcamos. A veces crean un olor típico de ellos en vida que nos permite identificarlos, o sentimos un leve roce en alguna zona de nuestro cuerpo, o manipulan algún objeto concreto para que sepamos que están allí... Las posibilidades son tan infinitas como la imaginación de nuestros seres queridos; nosotros sólo tenemos que estar receptivos y prestar atención. Como los espíritus han cruzado a nuestra dimensión o plano para visitarnos, suelen unir su energía a elementos conductores poderosos, como la electricidad y el agua, y así facilitar su “reentrada”. A veces, para hacerse notar, hasta crean una conducta extraña en televisores, aparatos eléctricos, teléfonos (recuerdo ahora la experiencia de un conocido, al cual le hizo saber su madre que había fallecido a través del sonido del teléfono. Cuando él lo descolgaba, nadie contestaba. Horas después supo que en ese lapso de tiempo, su madre había trascendido).


Del mismo modo que este tipo de espíritus son incapaces de albergar pensamientos y acciones negativos, también son incapaces de visitarnos por razones que no sean positivas. Aunque nos asustemos al verlos u oírlos, las visitas de espíritus benéficos nunca pretenden intimidarnos, amenazarnos o perseguirnos. Sus intenciones son buenas, quieren tranquilizarnos y asegurarnos que nunca nos abandonaron ni nos abandonarán. Básicamente, tratan de demostrarnos que aunque se fueron de nuestro lado, su vida continúa en el más allá y están bien.

Sin embargo, la actitud y objetivos de los espíritus malignos son de diferente calibre, aunque eso lo dejo ya para el siguiente artículo.





      

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