jueves, 3 de agosto de 2017

A QUIÉN LEERLE EL TAROT





 Reconozco que el oráculo del Tarot engancha a muchas de las personas que se acercan a él. Resultan tan fascinantes sus misterios y aciertos, que casi todas sucumben ante su extraordinario poder. Sin embargo, es importante tener presente que en muchas ocasiones debemos saber poner límites a la hora de realizarle una lectura a alguien. Hay veces que la disposición de una persona que se nos presenta en la consulta no es la adecuada para escuchar lo que las cartas le quieren decir, y entonces es preciso reconducirla con psicología para que se vuelva más receptiva. En según qué momentos incluso esto no es posible, y debemos emplazarla para que vuelva otro día. Ante todo, lo que impera es que la persona se quede satisfecha – al fin y al cabo, ella es la que paga, y por tanto la que manda -, y que asuma las orientaciones que el tarot le da.


Personalmente rechazo realizar ninguna lectura a niños menores de doce años. Sé que hay tarotistas de renombre que lo hacen, y no seré yo quien ponga en tela de juicio su criterio ni sus intereses crematísticos. Hoy día la crisis económica está golpeando a casi todo el mundo, y el ser humano es débil (unos más que otros) y tiene sus necesidades. No obstante, considero que los niños menores de la edad que indico no están lo suficientemente maduros, ni disponen de raciocinio suficiente para asimilar lo que las palabras de un cartomante puedan decirle, a pesar de que lo haga con la mayor benignidad posible.


Por mi consulta han pasado personas muy jóvenes y otras que no lo eran tanto, y he tenido también a clientes con una edad bastante provecta, lo que me induce a pensar que, a pesar de las canas que peinemos, todo ser humano tiene sus dudas y sus necesidades de ser orientado y guiado. Tampoco he encontrado distinciones entre ambos sexos; mis agendas están repletas de consultas realizadas a hombres de todas las edades, a pesar de que la tendencia generalizada marque que el sexo femenino e el más inclinado a este tipo de mancias y oráculos.


En cuanto a lo que a mí respecta, no me gusta echarme a menudo las cartas. Hay tarotistas que nunca lo hacen, y otros que, por el contrario, suelen realizarse consultas ante cualquier circunstancia que les inquieta. A mí no me funciona. Siempre creo estar condicionándolas con mis propios pensamientos, por lo que entiendo que desvirtúo su mensaje y no soy objetiva. Está claro que es difícil serlo con uno mismo, porque a menudo tendemos a interpretar las cartas como a nosotros nos gustaría que fuese su consejo, en lugar de como es en realidad. Eso genera muchas confusiones y al final me nubla la intuición y la videncia. Por eso nunca suelo realizarlo.


Para concluir diré que el Tarot es útil para todo aquel que se acerque con humildad y con ganas de aprender, pero siempre hay unos límites que los tarotistas no deberíamos sobrepasar si queremos dotar a nuestra lectura de una coherencia y buen hacer en nuestra profesión.





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