martes, 13 de noviembre de 2018

LEERNOS LAS CARTAS A NOSOTROS MISMOS


o a nuestros seres más allegados.

Suele ser habitual que tengamos la tentación de echarnos las cartas a nosotros mismos. ¿Quién no lo ha hecho en alguna ocasión? Vamos aprendiendo los simbolismos, los significados, alguna que otra combinación y tirada, y decidimos lanzarnos a la piscina. Como comienzo es perfecto. De alguna manera tenemos que empezar a practicar, y esa es una forma de tantas.

El problema viene cuando, saliendo de las meras prácticas, nos atrevemos con asuntos que nos preocupan, en los que tenemos mucho invertido a cualquier nivel, o en los que alguien muy cercano, familiar o amigo, nos pide nuestro consejo. Como ya nos sentimos bastante “sueltos” para movernos con las diferentes interpretaciones de los arcanos, nos tienta la situación, y en ese momento entran en juego una serie de factores que hay que saber manejar bien.

Del mismo modo que un juez no puede juzgarse a sí mismo o a alguien con quien tiene algún tipo de vínculo, dado que por razones obvias hay que buscar una visión fría, imparcial y objetiva según la ley, con el tarot ocurre algo parecido. El tarot necesita de un buen profesional que lo conozca a fondo, pero que además tenga el menor vínculo posible con la persona a la que le está realizando la lectura. Cuanto menor sea ese vínculo, de mayor calidad y objetividad podrá ser la lectura. Con esto lo que quiero decir es que es muy importante ser imparcial a la hora de realizar una lectura de tarot.

Lo ideal es que no exista vínculo emocional o anímico con la persona a la que le leemos las cartas. Ya sabemos que con uno mismo es imposible, porque mayor implicación personal que tenemos con nosotros mismos no la va a tener nadie. Yo misma, cuando necesito una consulta privada y personal, sé que necesito que otro profesional me lo mire, y de hecho así lo hago, pues no me siento segura de si estoy siendo arbitraria o no conmigo misma. Considero que si no lo hago de esta forma, me estoy engañando a mí misma y carezco de objetividad.

El tarot no consiste sólamente en saber leer las cartas; es también una cuestión de intuición, y de percibir lo que los arcanos nos transmiten. Leerlo, interpretarlo, no es sólo algo racional, sino también algo emocional e intuitivo. Por eso, ahí es donde realmente se falla si se tiene una implicación con lo que se está consultando. Al existir dicha implicación, la intuición está 'adulterada', porque entra en juego el apartado emocional, y éste bloquea la capacidad de percepción que todo tarotista debe tener.

¿Quiere eso decir que no se puede realizar una consulta de tarot a un amigo? Por supuesto que podemos hacerla, pero si se realiza con afán de extraer un consejo determinante y exacto, corremos el peligro de equivocarnos y darle un mal consejo. Cuando la amistad es muy estrecha, entiendo que la lectura por muy buena voluntad que le podamos poner, va a quedar 'contaminada', dado que no podemos ser imparciales.

Por eso, las tarotistas que buscamos ser honestas, debemos saber que no podemos actuar de forma profesional cuando tenemos ese nexo emocional o una implicación grande con la persona que nos está consultando. Muchas veces, saber demasiado acerca de la vida de la otra persona es más un inconveniente que una ventaja.

 
Como conclusión diré que la neutralidad e imparcialidad son básicas para conseguir una buena lectura. Por muy buena intención que le pongamos, jamás conseguiremos una respuesta acertada si no obramos con esta máxima.

¡Hasta la próxima!
 
 



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