viernes, 26 de abril de 2019

¿SUEÑO ESPIRITUAL O EFC?


Hace pocos días, mi amiga Maite Sanjosé me contó un sueño tan especial, que todavía sigo dudando acerca de lo que experimentó esa noche, y de si realmente fue un sueño de índole espiritual, o más bien una extraña EFC (Experiencia Fuera del Cuerpo). Por supuesto que, cuando dormimos, todos realizamos viajes astrales, pero este caso contiene unos matices que lo hacen ciertamente reseñable.

En la vida real, Maite es una persona amable y compasiva, que se vuelca mucho en los demás y que siempre se presta para cuidar a familiares y amigos enfermos, ya sea en hospitales como en el lugar que se tercie. Su tremenda compasión la incita a ayudar a cualquiera, pero a veces descubro también en ella un gran potencial para otro tipo de experiencias de índole más extrasensorial, y de las que ni ella misma es realmente consciente.

En esta ocasión, hace unos días me habló de un sueño que había tenido, en el cual se veía ante la tesitura de tomar una decisión muy seria y de tremendo impacto en su vida. Se encontraba junto a un hombre (no me especificó si lo conocía o no, aunque deduzco que la respuesta hubiese sido negativa), quien la incitaba a que reflexionase bien acerca de esa decisión, formulándole la siguiente pregunta “¿crees realmente que estás segura?”. Ante dicha pregunta, Maite le confirmaba que sí y que quería proseguir con ella.

Tal como sucede con la magia de los sueños, la escena se trasladaba repentinamente a un escenario distinto, una iglesia en concreto, donde ese hombre dialogaba con un monje o sacerdote, indicándoles éste último a ambos que debían salir por la puerta de una pequeña capilla lateral y poco iluminada de la iglesia. Ellos procedían según sus instrucciones, sintiéndose mi amiga muy contenta y emocionada porque era precisamente lo que deseaba. En ese momento, nada más cruzar el umbral de la puertecita, su acompañante la aleccionaba, revelándole que ya no eran visibles.

Al salir al exterior, la noche era cerrada, pero aquello no era obstáculo para sus propósitos. Ambos sobrevolaban un mar oscuro, divisando poco después una piscina en la que se encontraban unos niños jugando dentro del agua. Mi amiga continuaba siendo invisible, y su acompañante le advertía de que no se acercase a los niños, ya que éstos no debían advertir nada raro. Si percibían cualquier movimiento del agua, corrientes calientes o cualquier otro efecto – los cuales era capaz de producir mi amiga en el estado en que se encontraba-, podrían asustarse. Sin embargo, Maite no pudo resistir la tentación de acercarse y hacerles cosquillas en los pies mientras ellos reían. Finalmente, su acompañante la sacó de allí para llevarla a volar sobre rocas y pequeñas montañas, atravesando nubes bajas y sumergiéndose de vez en cuando dentro del mar.

Huelga decir que Maite tenía una sensación inefable ante aquellas fantásticas experiencias, y además sentía que se encontraba en su ambiente, en casa, lugar donde quería permanecer a partir de ese momento. Sin embargo, el amanecer se iba acercando, y su acompañante la procuraba calmar ante aquel entusiasmo para volver a formularle de nuevo la pregunta de si era eso lo que ella deseaba. La respuesta que recibía era, una y otra vez, la misma por parte de mi amiga, pero en ese momento, aquel ser la hizo mirar hacia un punto concreto al cual se acercaban a gran velocidad. Dicho lugar era una fría sala de hospital, donde se hallaba la madre de Maite llorando inconsolable en la puerta, mientras contemplaba a su hija tendida en una cama y en situación crítica.

En ese punto del sueño, mi amiga se veía ante la duda de tomar la tremenda decisión de no regresar jamás, o de retornar a su cuerpo físico. Ver a su madre en aquel estado de desconsuelo la destrozaba, y recordando que ella también es madre, y que podría haberse encontrado ante la misma situación, miró con intensidad a su acompañante, alma, o entidad espiritual, y le dijo que finalmente se quedaba y que no lo acompañaría en su viaje.

A partir de ese punto, Maite sintió que perdía la invisibilidad y que se introducía de nuevo en su propio cuerpo, comenzando a sentir cómo volvían a funcionar sus pulmones, cómo reaccionaba de nuevo su organismo, y cómo daba su madre gracias al universo ante la incredulidad de que su hija comenzase a salir de aquel trance que le estaba quitando la vida a pasos agigantados. Y al final “despertó”.

Nada más enterarme de dicha experiencia, me detuve a reflexionar respecto a su origen y significado. Mi amiga no había padecido ninguna enfermedad grave que la hubiese postrado en la cama, pero si arrastraba un estado de ánimo pésimo debido a problemas serios en su vida, y a la pérdida de un ser tremendamente querido para ella. Eso me indicó que su estado anímico era muy bajo, y que el desconsuelo y la desorientación se habían apoderado de ella.
Aquello no fue un sueño como tal, sino una experiencia extrasensorial con su espíritu guía, ángel o entidad amparadora, lo llamemos como lo llamemos en base a nuestras creencias religiosas. Sabemos que en momentos de gran aflicción en los que necesitamos ayuda y orientación acuden entidades de este corte, haciéndose presentes de diferentes maneras, pero siempre tratando de ayudarnos y orientarnos. 

Por eso, entiendo que la experiencia de Maite no fue meramente un sueño, sino una proyección astral en la que se trasladó a otro plano para reunirse con dicha entidad, y de esa manera sentirse segura y amparada. Si mi amiga hubiese estado al borde de la muerte en la vida real, bien podría haber tenido una ECM (Experiencia Cercana a la Muerte), pero como realmente estaba durmiendo, por fortuna se ahorró esa dura situación para poder verlo todo de una experiencia que llamaríamos onírica, aunque no lo fuese propiamente, sino una proyección astral.


Resulta evidente que Maite tiene a seres protectores muy cerca, que vigilan y velan por ella, impidiéndole que caiga en la desesperanza o la depresión. Con esta fantástica experiencia le demostraron que es muy querida y todavía necesaria aquí, y que es preciso que piense las cosas con gran serenidad antes de cometer ninguna equivocación. Es algo que recomiendo encarecidamente a mucha gente que me pregunta al respecto.
Aunque nuestra vida pueda parecer muchas veces un desastre, tal vez no lo sea tanto. Por ello, es preciso escuchar siempre las señales que nos llegan, de una forma u otra, desde el “otro lado”.



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