Estoy convencida de que, a estas alturas, la palabra egregor es un término desconocido para mucha gente. La mayoría no la ha escuchado nunca, e incluso es probable que bastantes diccionarios no la contengan. Sé que el término puede resultar, de primeras, algo desconocido. No obstante, dada la gran información que nos llega a través de las redes, y también a que cada vez tenemos más necesidad de saber y comprender, la curiosidad nos hace ir descubriendo nuevas entidades y formas de pensamiento que existen y cohabitan con nosotros sin que seamos conscientes de ello.
El tema de los egrégores ha sido tratado muy pocas veces con seriedad. Al provenir de la forma en que pensamos los humanos, y de lo que somos capaces de crear con nuestros propios pensamientos, la noción o concepto se desdibuja y no llegamos a comprenderlo del todo. Curiosamente, es un término que en la Antigua Grecia significaba ángel, tal vez por el concepto que se tenía de las entidades angélicas, que en sí no tenían forma concreta aunque se creyese que ayudaban a los seres humanos en el momento en que se les invocaba o pedía ayuda. Quizá por ese motivo - la unión de los pensamientos de la gente en una invocación a los ángeles -, la palabra egregor se ha extrapolado a este concepto actual del que hablo hoy, aunque en realidad no tenga nada que ver con las fuerzas angélicas reales.
Aunque no lo haya divulgado apenas, la ciencia también ha estudiado y tratado este tema, y algunos estudiosos opinan que un egregor es, oficialmente, una entidad o espíritu de origen artificial que hemos creado y alimentado los seres humanos con el poder y la energía de nuestros pensamientos, emociones, e incluso nuestra fe. En sí, es un conglomerado específico de energía del Plano Astral, es decir, una acumulación de energía o una masa de vibraciones que se concentra en planos no físicos. Dichos planos pueden ir desde el etérico, al mental o emocional, y esa acumulación de energía o vibraciones suele estar asociada a un determinado concepto, un arquetipo, una emoción concreta o una forma de pensamiento. Los que conocen la existencia de estas entidades se preguntan a menudo por su poder real, y por saber si son positivas, negativas o pueden existir de ambos tipos. La respuesta es clara y, a la vez, muy lógica: existen egregores positivos, dependiendo de su composición benéfica, y también negativos cuando van asociados a miedos, temores, y lógicamente, a todas las emociones derivadas de dichos sentimientos.
Al reflexionar sobre la existencia de estas entidades del plano astral, surgen numerosas preguntas acerca de su origen y funcionamiento, y por qué no, también acerca de su pervivencia en el tiempo. Los egregores pueden perdurar en el universo siglos o miles de años, todo ello dependiendo de la fuerza y el poder que les enviemos mental y energéticamente los humanos para alimentarlos de manera continua. Esa fuerza mental, ese constante pensar en ello hace que “engorden” y crezcan como masas vibratorias, tomando, como es lógico, cada vez más poder. Además, los egregores pueden ser personales, grupales, colectivos, nacionales e incluso mundiales, por mucho que pueda sorprender. Lo más peculiar de todo es que suelen ser compartidos por un colectivo humano.
Hay que tener claro que una entidad de este tipo se puede crear de manera consciente o inconsciente. A menudo no nos percatamos pero, como norma general, la mayoría de los egregores surgen cuando miles de personas piensan y proyectan un determinado tipo de energía sobre un concepto, una persona, una idea... que resulta atractiva, que está de moda, que atrae o repele, que se convierte en algo importante o impactante en la sociedad, sea por el motivo que sea. Es justo en ese momento cuando se genera un campo energético vibratorio asociado a esa situación, pensamiento u objeto. A partir de ese instante, y una vez creado, continúa uniéndose más gente para seguirlo, pues la conexión energética creada es muy fuerte y los atrae como un imán, ya que la sienten intensamente al vibrar a su mismo nivel. En ocasiones esto sucede sin que nos percatemos de ello, pero en otras se convierte en algo voluntario; es decir, un individuo puede sentirse atraído por una idea o pensamiento grupal, y adherirse a él de manera consciente.
Cuando hablamos de egregores, lo que realmente sentimos de ellos es la fuerza que emanan sobre nuestra psique; de ahí que percibamos también sus efectos. Pero ¿cómo se crea un egregor? ¿de dónde proviene? La mayoría de las veces no somos conscientes de ello, porque pueden ser manifestaciones de sentimientos muy fuertes que teníamos dentro, como emociones reprimidas, deseos o necesidades. La continua repetición en nuestra mente de esas ideas y emociones, una vez tras otra, hace que esa entidad energética vaya cogiendo fuerza y tome la forma que hemos imaginado. Sin embargo, para que se conforme un egregor poderoso, debe existir una cantidad de energía mínima sostenida en el tiempo, y que cree, forme y mantenga esa bolsa vibratoria. Una sola idea o pensamiento de una persona crea un egregor de manera muy lenta, siendo bastante personal y con poca fuerza a nivel colectivo (aunque a ese individuo le pueda servir perfectamente), pero si son miles de personas las que conectan con esa idea o concepto durante un cierto tiempo y de forma regular, crean un egregor de una fortaleza tremenda.
Aunque sea un tema espinoso y que puede levantar alguna que otra ampolla, no puedo por menos que hacer referencia a un determinado tipo de egregores. Cuando a veces tratamos de conectar con ciertos personajes mitológicos, con dioses, con “maestros”, etc., es mu posible que no conectemos con el supuesto ser que fue tal o cual personaje, sino que lo hagamos con su egregor correspondiente, con la proyección generada por millones de personas respecto a ese ser, maestro, o “dios” de cualquiera de las culturas existentes y precedentes de nuestra historia. A estas alturas ya se comprenderá que esos egregores no son “el ser” al que creemos pedir ayuda, sino el arquetipo energético formado por la imagen que tenemos de ese ser o persona, y que es lo que, vibracionalmente, está más próximo a nosotros cuando hacemos esa oración, petición, o conexión con esa fuerza superior, deidad o maestro ancestral. En casi todos los casos, la oración a ese santo o santa no es más que una conexión con su egregor, creado durante siglos, y “su respuesta” no es más que la resonancia de “vuelta” que notamos cuando nos conectamos a ese egregor, que, como energía consciente que puede ser, tiene cierta “capacidad” de maniobra para interactuar con nosotros.
Otro claro ejemplo de lo que aquí explico sería la energía que mueve el mundo del fútbol. Sabemos que cualquier equipo deportivo tiene su propia idiosincrasia, su historia del club y también sus seguidores, con una filosofía o forma de entender a su equipo que los diferencia de los demás. Todos los pensamientos y emociones que unen a ese colectivo, a esos "hinchas", se retroalimentan y refuerzan constantemente, y de ahí surge el egregor particular de ese equipo de fútbol, forjando, las victorias y los triunfos, la parte positiva de esa entidad colectiva. Es esa fuerza inexplicable que hace que, por ejemplo, las cosas salgan bien en los partidos difíciles y muchas veces se ganen a pesar de enormes dificultades, gracias a esa fuerza y confianza del colectivo que se manifiesta en el juego y en sus jugadores y circunstancias.
Si uno quiere, puede crearse de manera voluntaria su propio egregor. Sabiendo lo que son y cómo se crean, una persona puede desear e imaginar una entidad, y darle fuerza a través de un sentimiento muy fuerte, con mucho deseo, y hasta ayudándose de algún procedimiento energético. Por supuesto, también puede combatirlos o eliminarlos en caso de que estén resultando nefastos para ella, pero eso lo dejo para el siguiente post, en el que ampliaré esta información y explicaré la manera de hacerlo.
Si os interesa el tema, no dejéis de pasaros por aquí. ¡Hasta pronto!
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