martes, 16 de junio de 2015

EL MUNDO DE LOS SUEÑOS, TERRITORIO INEXPLORADO


Soñar es una de las experiencias más misteriosas y curiosas de nuestra vida. Todos los seres humanos soñamos cada noche - salvo casos extremos de desorden psicológico -, aunque la mayoría no sea consciente de ello cuando despierta, ya que se llegan a olvidar hasta el 90% de los sueños. Incluso las personas que quedaron ciegas después de nacer pueden ver imágenes en sus sueños (no ocurre lo mismo con los que nacieron ya ciegos, que no las ven, aunque en sus sueños participen otros sentidos como el oído, olfato, tacto y emociones). A pesar de que algo habitual sea olvidar en su mayor parte nuestras experiencias oníricas, los sueños tienen una gran importancia y función en nuestra vida. De ahí que hayan sido objeto de numerosos estudios y análisis a lo largo de los siglos para tratar de comprender e interpretar su significado.

La historia nos deja buena muestra de ello. Por poner un ejemplo, durante la época de la Antigua Roma algunos sueños se presentaban al Senado para su análisis e interpretación. Esto se hacía porque creían que los sueños eran mensajes enviados por los dioses a los hombres. Era tal su importancia, que incluso había un “empleo” muy reputado en esa sociedad, la de intérprete de sueños, el cual acompañaba a los grandes militares en las batallas para ver qué augurios les traían a éstos últimos sus sueños. También se sabe que muchos artistas desarrollan sus ideas creativas interpretando sus sueños, y que grandes inventores y personajes históricos realizaron sus descubrimientos o pergeñaron sus batallas siguiendo sus sueños. Incluso hoy día, muchas personas consultamos decisiones con la almohada para encontrar un consejo ante un problema.  Pero, ¿qué sabemos acerca de los sueños?  

Científicamente hablando, soñar es un proceso mental involuntario que todos los seres humanos realizamos, y en el que se produce una reelaboración de informaciones almacenadas en la memoria, generalmente relacionadas con experiencias vividas por la persona en los días o meses anteriores. Aunque esta es la teoría demostrada, hoy sabemos que también pueden tener un sentido mucho más profundo o ser experiencias de distinto tipo a las meramente oníricas.

Digamos que el acto de soñar nos sumerge en una realidad virtual formada por imágenes, sonidos, pensamientos y/o sensaciones. Los recuerdos que se mantienen al despertar pueden ser simples (una imagen, un sonido, una idea, etc.) o muy elaborados. Los sueños más elaborados contienen escenas, personajes, escenarios y objetos. Se ha comprobado que puede haber sueños en cualquiera de las fases del dormir humano; sin embargo, se recuerdan mejor los sueños, y éstos son más elaborados en la llamada fase REM (Movimiento Ocular Rápido; en inglés, REM: Rapid Eye Movement), que tiene lugar en el último tramo del ciclo del sueño. No obstante, no voy a exponer aquí cuál es el proceso que siguen nuestros sueños habituales, ya que se ha repetido hasta la saciedad en muchos otros lugares.

Siguiendo este paseo de la mano de la ciencia, ésta nos aclara que los sueños se producen como resultado de un complicado proceso que implica a los recuerdos y al hipocampo, una región del cerebro asociada a la memoria. Según se ha podido determinar de manera científica, los recuerdos con los que soñamos pueden tener una antigüedad de hasta una semana, lo que ha desvelado el funcionamiento hasta ahora oculto de la memoria: nuestros recuerdos pasan de una región del cerebro a otra antes de ser almacenados, y durante ese intervalo soñamos con ellos.

Parece demostrado ampliamente que nuestra vida cotidiana es el semillero de nuestros sueños. Las experiencias que tenemos a lo largo del día suelen ser el origen de las imágenes oníricas que generamos mientras dormimos. Pero, ¿cuáles son los mecanismos que nos permiten construir dichas imágenes?, ¿tienen alguna relación las imágenes con la formación de nuestra memoria? Y lo que es más importante, ¿tenemos alguna experiencia onírica que se salga de estos patrones y cánones admitidos como ley por la ciencia?

Se ha discutido mucho sobre este tema, y todo ello continúa siendo un misterio muy difícil de resolver. Los recuerdos de gente, lugares, actividades que hacemos, o de las emociones que sentimos, se reflejan en nuestros sueños, pero suele ser de manera tan fragmentada que no podemos predecir cómo aparecerán. Curiosamente, una de las características de los sueños es que rara vez, excepto en casos de problemas postraumáticos, reflejan una experiencia completa. Una idea, un objeto, una textura que hemos percibido durante el día, es lo que en realidad aparece mayormente en nuestros sueños.

El psiquiatra austríaco Sigmund Freud bautizó a este tipo de sueños como “residuos diurnos”, habitualmente conocidos también como “de descarga”, esto es, los recuerdos que se nos quedan prendidos en la memoria durante el día, y que pueden aparecer 5 ó 7 días más tarde en nuestros sueños. Freud pensaba que estos residuos aparecían en los sueños la misma noche o la siguiente a haberlos vivido, pero las últimas investigaciones realizadas han demostrado que los recuerdos cotidianos pueden perdurar activos más tiempo, conclusión que ya apuntó su colega, el suizo Carl. G. Jung.

Sin embargo, toda esta teoría resulta convincente sólo para aquellos que no han experimentado ciertas experiencias inquietantes, o que no han sabido dar explicación a fenómenos extraños dentro de sus sueños. Para ello es fundamental recordar las experiencias vividas en la noche, o la “historia completa” del sueño, pero este aspecto encuentra a menudo obstáculos. En la actualidad sabemos que a los 5 minutos de habernos despertado vamos a olvidar la mitad de los sueños, y que al cabo de 10 minutos habremos perdido cerca del 90%, pero muchas veces los recuerdos son tan vívidos que todos estos plazos, tiempos y estadísticas saltan por los aires para disolverse en el éter de la duda y la perplejidad. ¿Qué ocurre cuando notamos que alguien nos ha rozado la cara pero estamos durmiendo solos en nuestra cama? ¿qué hay acerca de esos personajes misteriosos que nos traen mensajes que jamás habíamos escuchado, para cumplirse días después tal como ellos nos los transmitieron? ¿qué hay acerca de seres fallecidos nuestros que se aparecen de forma extraña y nos hablan? ¿por qué se producen sueños compartidos, experimentados de idéntica forma por dos personas que comparten el lecho? Demasiadas preguntas para escasas respuestas empíricas.

Está claro que la mayoría de los sueños son fundamentalmente simbólicos, y me gusta decir la “mayoría” porque personalmente considero que no lo son todos. Cada elemento del sueño significa algo diferente, por lo que si soñamos con algún tema en particular, no es habitual interpretar que el sueño sea acerca de eso. Incluso puede haber sueños recurrentes, es decir, el relato del mismo sueño repetido noche tras noche, en un periodo corto de tiempo o incluso en diferentes ocasiones del mismo sueño. Los sueños hablan en un lenguaje profundamente confuso y esconden múltiples mensajes encriptados o simbólicos, en los que a menudo experimentamos profundas emociones. De todas ellas, la más común es la ansiedad, y por desgracia, las emociones negativas son las más habituales, mucho más que las positivas.

La ciencia, poco a poco, va desvelándonos secretos acerca del mundo onírico pero, sin duda, lo mejor está todavía por llegar. Mientras tanto, seguiremos soñando y descubriendo territorios desconocidos e inexplorados. 
La magia está servida.

  

     

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