viernes, 6 de diciembre de 2024

Samhain, la fiesta de los difuntos

 

 

En varias ocasiones he escrito respecto a esta festividad que se aproxima, y que es de gran importancia para el ser humano, sea o no creyente de alguna corriente religiosa. Incluso si no lo es de ninguna. Digo esto porque hay muchas personas que pasan por alto un momento del año que ya desde la Época del Bronce se tenía muy en cuenta. Desde nuestro pasado más ancestral se ha venido recordando a nuestros difuntos y tratando de entablar una comunicación entre mundos en la noche del 31 de Octubre.

 

La Noche de Difuntos, Samhain, Samaín, Halloween, Noche de las Ánimas, Noche de Almas... llamemosla como queramos, es un momento de nuestro ciclo vital en que la religión, y por ende, los ritos funerarios, aparecen como respuesta o necesidad del hombre ante un hecho consustancial a la vida como es la propia muerte, es decir, la desaparición física del ser querido, aunque su permanencia sea eterna en el recuerdo.

 

En la tradición clásica ya existía una concepción especial para el inframundo. Por ejemplo, en la Antigua Roma se celebraba una fiesta muy concreta para recordar a los difuntos. Era la Parentalia (el 13 de febrero), y estaba destinada a honrar a los familiares fallecidos. La llegada de los romanos y del cristianismo consiguió que muchas de las antiguas tradiciones celtas acabasen desapareciendo, dando paso así a otras festividades de carácter religioso, como el Día de Todos los Santos.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el auténtico origen de esta festividad se remonta a más de 3000 años. Aunque se suele asociar con Irlanda, esta tradición se extendió por otros muchos territorios, erigiéndose como la más importante de la Europa pagana.

 

Remontándonos a sus orígenes primigenios, no existe una fecha fija para esta celebración. Se cree que se extendía durante una semana, en torno a los días 6 y 7 de noviembre, es decir, a mitad del equinoccio de otoño y el solsticio de invierno.

Originariamente, la "Fiesta de los Muertos" se celebraba en los territorios célticos, dejando para los “muertos curiosos”, comida como ofrenda en los altares o en la entrada de la puerta de casa. Simples velas eran encendidas y dejadas en las ventanas para ayudar a guiar a los espíritus de antecesores y de los seres queridos a su hogar. Se ponían más sillas en las mesas y alrededor de las chimeneas para los invitados invisibles, y también se colocaban manzanas en las aceras y en los caminos para los espíritus perdidos o que no tenían descendientes.

 

Con la llegada del cristianismo, la fecha pasó a celebrarse el 13 de mayo, que fue considerado como el Día de Todos los Santos. Fue el Papa Gregorio III quien, en el año 741, cambió ambas festividades al 1 de noviembre. Con el siguiente Papa, Gregorio IV, la fiesta, ya celebrada de manera universal, empezó a celebrarse en la vigilia del día 31 de octubre. De ahí que se acuñara la denominación inglesa de «All Hallow’s Eve», que se traduce como «Vigilia de Todos los Santos» hasta que, finalmente con el tiempo, pasó a conocerse como Halloween.

 

¿Qué sucede realmente en la noche del 31 de Octubre?

El 31 de octubre no es cosa de las películas de Hollywood y las tierras anglosajonas. Lo que popularmente conocemos como "Halloween" viene de una ancestral tradición celta, una noche para despedir el buen tiempo, honrar a los antepasados y mantener alejados a los malos espíritus. La auténtica palabra gaélica “Samhain” (pronunciada sowin), originaria de esta festividad, literalmente significa “fin del verano”. Por eso, los celtas conmemoraban el cambio de estación de verano a invierno y el comienzo de un nuevo ciclo, de un nuevo año.

 

Durante unas horas, el mundo de los vivos y el de lo muertos se interconectan, y la frontera que separa a ambos mundos se resquebraja y vuelve muy delgada, facilitando que los espíritus puedan campar a sus anchas por nuestro mundo. Esas puertas del más allá se abren para que los difuntos visiten el plano que han dejado al morir.

 

Los celtas realizaban diversos ritos sagrados en los que intentaban comunicarse con los difuntos, homenajeando a los que eran benévolos, y tratando de alejar a los que querían hacerles daño. Se servían de máscaras escalofriantes y fuego para ahuyentar a los malos espíritus, de donde se piensa que pudo venir la actual tradición de disfrazarse. A los buenos, por su parte, les dedicaban banquetes y ofrendas.

 

Por eso, existe la costumbre de realizar rituales que espanten a los malos espíritus. Dar luz a los muertos para que encuentren su camino hacia el más allá, rendir culto a los ancestros, despedir el verano y agradecer por las cosechas son los motivos que confluyen en esta fecha para conmemorarla. Antiguamente, la costumbre era dejar comida y dulces fuera de sus casas a manera de ofrenda. Por otro lado, también era común encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y un justo descanso junto al dios Lugh. Y como no, se hacían los rituales que antes mencionaba.

 

Estos tenían un carácter purificador para despedir el año. De ahí que hasta nuestra época haya llegado esa tradición de realizarlos, no sólo rindiendo culto a los que ya no están, sino también para festejar ese momento de la naturaleza en que se produce el final de la cosecha de tubérculos y hortalizas, como por ejemplo la calabaza. Ese es el motivo de que sea una de las principales protagonistas de estas fechas del año.

 

¿Cuándo se celebra Samhain?

Samhain se celebra justamente la noche del 31 de octubre. Este día, no en balde, es considerado como el Año Nuevo Celta. Coincide con el final del verano y la llegada de la estación otoñal, considerada por ellos como la estación oscura. Puesto que es una fecha apreciada como final de un año y comienzo de otro, se piensa en ella como una fiesta de transición en la cual la puerta al otro mundo permanece abierta.

 

Es un momento mágico en el que los mundos se tocan. Es hora de recordar a los ancestros y rendir tributo a los antepasados que han fallecido. En este momento del año nos liberamos de las debilidades. Es también un tiempo propicio para la adivinación, ya que se abre el portal hacia el mundo de los muertos.

 

Por eso, es una época idónea para saber qué nos espera en el año venidero, y para utilizar las mancias adivinatorias como el tarot, la bola de cristal, el péndulo o diferentes oráculos. Esto sucede porque se dan un cúmulo de circunstancias, como cambios de temperatura, ciclos de la naturaleza, oscilaciones del ocaso y del alba, propiciando todo ello una mayor visión o intuición de lo que realmente sucede entre planos.

 

Samhain no es y nunca ha sido malvado o negativo. Es un tiempo para reafirmar nuestra creencia en la unidad de todos los espíritus (almas de vivos y muertos), y nuestra resolución firme de que la muerte no es el final de nuestra existencia.




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